Este es el que yo tengo

Aquel día en que por fin fuiste a comprarte la cámara digital ya sabías más o menos el modelo que querías, pero te reservaste dos opciones para escoger en la tienda.

No es que el dependiente te inspirase mucha confianza, pero ya puesto le preguntaste su opinión sobre uno de los dos modelos, y te dice así de entrada:

“Esta es de bastante calidad. De hecho, es la que yo tengo en casa”

No es tan raro, hoy todo el mundo tiene una cámara digital (¿habéis estado en una boda últimamente? Es algo brutal). Pero tu empatía te dice que aún en el caso de que ese chico tuviera o tuviese realmente esa cámara en su casa, no sería precisamente por su capacidad para distinguir entre un lector de Blu-ray y una tostadora.

Pero bueno, tú te decantas por la que más te gusta y ya está.

Seis meses después, ese cliente remolón por fin te paga aquel trabajo que le entregaste el año pasado, y entonces vas –por fin- a por ese deseado TFT de 19’’, porque en el de 17 que tienes las letras se ven tan pequeñas como la probabilidad de que un meteorito te caiga justo en la cabeza.

Una vez en la tienda ves dos modelos más o menos iguales y casi al mismo precio. Pfff… Llamas al dependiente de turno y le preguntas por uno de ellos:

“Este está saliendo muy bueno. Yo lo tengo y me va fenomenal”

Entonces, te quedas mirándolo y piensas “Oh, vaya, acabo de tener un deja vu, han debido de cambiar algo en Matrix”. Pero bueno, le das las gracias y te llevas el que menos feo te parezca.

Y eso se convierte en un patrón. Cada vez que vas a tirar el dinero en un maldito e inútil gadget para tu colección, un dependiente te dice que ESE precisamente por el que has preguntado lo tiene él en casa…

Amos a ver: SUPONIENDO que a un pobre dependiente al que le pagan el salario mínimo (si es que llega) y las horas extras con tickets de comida viva con sus padres y por tanto no tiene hipoteca, vaya en autobús porque no tiene coche ni moto que mantener, jamás vaya al cine y no se beba más de un whisky durante el fin de semana, la posibilidad de que tenga TODOS los malditos aparatos del demonio por los que le has preguntado es NULA. Pero no sólo en este universo, sino en cualquier otro hipotético universo paralelo.

No es que tú esperes que te oriente demasiado. Al fin y al cabo sabes que a estos pobres chavales no les pagan lo suficiente como para exigirles que además de estar allí todo el santo día sepan lo que están vendiendo, pero... no sé, por lo menos te podían dar un argumento un poco más sensato.

Pero que no cunda el pánico, eso tiene fácil remedio:

Pregunta primero por un tercer modelo que no te guste. Cuando te haya dicho que es el que tiene en casa, tu le dices que en realidad esa era tu tercera opción, y que los que más gustan son los otros dos. No se atreverá a decirte también lo tiene, y tendrá que buscar un argumento más realista.

Supongo que algunos pensaréis ¿Y si sé que no me puede fiar, para qué voy a preguntar? O bien ¿Y no es mejor informarse bien fuera de la tienda e ir con la decisión tomada?

La respuesta es: Reconócelo; eres un geek asocial que vive recluido en una puta cueva tecnológica de la que no sales casi nunca. Estás conectado a Internet por un enchufe que tienes implantado en la nuca. No hablas con personas, sino con todo tipo de dispositivos electrónicos, mientras que a la gente sólo les dejas mensajes (e-mails, SMSs, comentarios en blogs, etc.). Para una vez que sales, no te viene mal un poco de conversación en directo con una persona humana, ¿no? Con el tiempo y esta terapia, incluso llegarás a parecer humano. En serio; lo digo por experiencia.