Una cuestión darwiniana

Estos días se está cuestionando la eficacia del carné por puntos, dada la cantidad de víctimas mortales que ha habido en semana santa.

Yo nunca he creído demasiado en esta medida. La represión a base de miedo (a perder los puntos y finalmente el carné, a pagar multas, etc.) siempre funciona, pero en este caso está condicionada una vez más a la existencia de vigilancia: Si ningún agente te ve cometer una imprudencia, no hay nada que temer.

Esto queda patente alrededor de un coche patrulla en marcha: Muchos de los que se acercan van a más velocidad de la permitida, así que levantan el pie, y aceleran cuando se alejan. Sólo los que están próximos a la patrulla ajustan su velocidad al límite permitido. Y es que no es lo mismo ser listillo que ser tonto.

Pero no quiero dar una impresión falsa acerca de la velocidad. La velocidad es casi siempre un factor, pocas veces una causa directa.

En cualquier caso, los accidentes de tráfico son en gran medida producto de la selección natural. Si bien algunos son realmente casualidad, otros muchos son causalidad. Hace muchos años, los que no tenían determinadas capacidades para la habitual caza terminaban siendo devorados por un bicho enorme, o muertos de hambre -valgan estos ejemplos. Hoy, los que no tienen determinadas capacidades para la habitual conducción se golpean la cabeza mortalmente contra un trozo de metal dentro de un coche. En ambos casos, la posibilidad de tener descendencia disminuye –si no se ha tenido ya, no se tendrá.

Básicamente, eso –y algunas pequeñas y lentísimas mutaciones- es la evolución.

Desgraciadamente, ningún avance tecnológico, social (leyes), de la medicina, etc. podrá jamás anular al sabio (aunque quizás cruel) proceso de selección natural.

Hay gente que tiene que morir, está destinada a ello. No porque esté escrito, sino porque su comportamiento tiende a llevarle a la muerte por una cuestión de pura probabilidad.

La pregunta es: ¿Qué cantidad? ¿Cual es el número de muertes absolutamente inevitables? Personalmente, las actuales me parecen muy pocas muertes en relación a la cantidad de tráfico que existe, así que quizás ya hemos llegado a esa cifra y no sea posible bajarla más, o quizás estamos muy cerca.

No se puede negar que algunos mueren como consecuencia de la ineptitud de otros. Eso son “daños colaterales”, y desde luego es algo muy triste, pero real.

Lo importante de todo esto es entender que siempre habrá víctimas, y también que llega un momento en el que ciertas medidas -de castigo, como es habitual- sólo tienen efectos económicos y no disuasorios.

Obviamente, el proceso de selección natural está presente en casi todas las situaciones de nuestra vida, no sólo en el tráfico. Han cambiado las amenazas, pero el mecanismo es tan antiguo como el primer ser vivo que existió.

Charles Darwin fue un tipo realmente genial. Forma parte de un selecto grupo de personas que han descubierto cosas que Dios nunca quiso que supiésemos. A pesar de tal osadía, nada indica que fuese expulsado de ningún paraíso.